La última frontera, el espacio exterior. Oscuro, frío y… ¿Picante? Desde ahora, sí, o esa parece ser la intención de la NASA con su última misión: cultivar pimientos picantes en la Estación Espacial Internacional (ISS por sus siglas en inglés), algo que puede complicarse bastante cuando lo haces mientras orbitas a 400 kilómetros de distancia de la superficie terrestre.

Cargada con semillas de pimiento picante, el proyecto del Hábitat de Plantas 04 (PH04, por sus siglas en inglés)  partió rumbo a la ISS a bordo de la vigésimo segunda Misión de Servicios Comerciales de Reabastecimiento del Space X.

Una vez allí, las semillas fueron trasladadas al Hábitat Avanzado para Plantas (APH, sus siglas en inglés), una instalación de crecimiento de plantas, la más grande de las tres de las que dispone la Estación Espacial Internacional. Una vez allí, 180 sensores y monitores permitirán a los investigadores del Centro Espacial John F. Kennedy (Florida) controlar el crecimiento de las plantas y su ambiente, quitándole buena parte del trabajo a los astronautas.

Pero antes de comenzar su aventura, estas semillas tuvieron que pasar un largo ‘casting’ en la Tierra. Porque no cualquiera puede llegar tan alto.

Las 48 semillas

Antes de empezar el experimento, los investigadores del Centro Kennedy estuvieron dos años evaluando más de dos docenas de variedades de pimientos de diferentes partes del mundo.

Óscar Monje, miembro del equipo de la misión PH04 en el Centro Kennedy, explica para FHMURCIA  que ellos buscaban “plantas que se desarrollen bien con altas concentraciones de dióxido de carbono, que no crezcan más de 40 cm (la altura de nuestras cámaras de cultivo) y que aporten vitaminas y nutrientes a los astronautas”. Además, como señala el investigador, “a los astronautas les gustan las comidas picantes, porque pierden el gusto por la ingravidez”.

La simiente elegida pertenece a la variedad Española Mejorado, una variante del chili conocido popularmente en los Estados Unidos como Hatch, una variedad de pimientos picantes con origen en el Valle del Hatch, situado al sur del Estado de Nuevo México.

Una vez dado con el pimiento adecuado, 48 semillas partieron del New Mexico Chili Institute con destino a Florida. Allí, los investigadores del Centro Kennedy las sembraron en una base de arcilla cocida con fertilizante, listas para su misión.

Y es que el proyecto PH04 es uno de los más ambiciosos que se han llevado a cabo en el ámbito de la agricultura espacial. “Hemos cultivado otras plantas en el espacio, como rábanos o lechuga”, explica Monje, “pero estos pimientos tienen un ciclo de crecimiento de 120 días, muchos comparados con otros cultivos con los que hemos experimentados. Queremos demostrar que podemos cultivar plantas con un ciclo de crecimiento lento”.

Retos cósmicos

Cultivar pimientos, o cualquier otra cosa, en la órbita terrestre, no es fácil. La limitación de recursos, el total aislamiento y, sobre todo, la ingravidez plantean nuevos problemas al agricultor espacial.

Uno de los principales obstáculos, como explica Óscar Monje, es la falta de las corrientes de aire de la Tierra, que impide la buena oxigenación de las plantas. “En el pasado hubo complicaciones, porque no sabíamos cómo ventilarlas”, por lo que la solución pasaba por poner ventiladores directamente a las raíces de las plantas.

Otro problema, esta vez derivado de la falta de gravedad, es la distribución del agua de riego. “El agua”, explica Monje, “en la Tierra se filtra por los poros, pero en el espacio se distribuye de otra manera, lo que puede cerrar el ventilador que lleva oxígeno a la planta” o hacer que el agua no alcance bien las raíces.

“Para iluminación usamos LEDS”, prosigue el investigador, “con los que podemos controlar el espectro de luz que llega a las plantas. En este experimento en particular, por ejemplo, los chilis alcanzan un buen tamaño, por lo que les damos mucha luz azul para que se mantengan más pequeños”.

En el caso de los fertilizantes, en esta misión se usan unos cubos ‘slow release’, es decir, que liberan los nutrientes lentamente y evitan que la planta se queme.

Con respecto a infecciones, plagas o enfermedades que pueda sufrir el cultivo, crecer en un ambiente de aislado en el espacio exterior evita gran parte de estos problemas. Además, como cuenta Monje, “siempre esterilizamos las semillas antes de usarlas, y verificamos que puedan germinar después de eso, eliminando cualquier hongo o infección que puedan tener. Pero siempre puede haber fallos, como, por ejemplo, regar de más, que la tierra tenga demasiada sal… Por eso sembramos 48 plantas, aunque solo necesitemos unas pocas al final del experimento”.

De la órbita a la mesa

Como ya se ha dicho, el sabor de los pimientos y  los nutrientes y vitaminas que aportan fueron algunos de los principales motivos para escoger a estos chiles Española. Porque uno de los principales objetivos de esta misión es que los astronautas los consuman.

Como cuenta Óscar Monje, “la comida que llevan en sus viajes puede aguantar tres años manteniendo sus valores, pero después empiezan a perderlos. Para misiones más largas, como un hipotético viaje a Marte, habrá que suplementar esas vitaminas y antioxidantes”. Y no solo se investiga como alimento, también su efecto psicológico en los astronautas, “que disfruten durante el proceso de cultivo: que observen el crecimiento de las plantas, que huelan la tierra mojada, que vean verde… Que aunque estén metidos en un aparato metálico, orbitando a cientos de kilómetros de la superficie, puedan ver vida y rememorar cómo es la Tierra”.  

Problemas terrestres, soluciones extraterrestres

Las enseñanzas que se extraigan del resultado de la misión no tienen por qué ser solo aplicables en el espacio exterior.

El desarrollo de esta tecnología ha permitido la extensión, ya en la superficie terrestre, de las llamadas granjas verticales. Esta práctica consiste en cultivar dentro de edificios, que funcionarían como invernaderos. Esto permite un mejor aprovechamiento del espacio y que, al tratarse de espacios totalmente controlados, no sería necesario el uso de pesticidas, herbicidas u otros químicos. Por otro lado, la tecnología que necesita estas instalaciones supondría un enorme gasto de energía.

Pero estas enseñanzas no son unidireccionales. En ocasiones, en el estéril y futurista ambiente de una estación espacial pueden surgir los problemas más mundanos, como en este caso que cuenta Óscar Monje: “durante las pruebas del crecimiento de los pimientos en el Centro Kennedy, estos empezaron a coger un extraño color amarillo. Así que llamamos a los agricultores de Nuevo México, que nos dijeron que teníamos que regar con menos agua. No hacemos las cosas sin ayuda, siempre buscamos a quienes saben del tema, sea pimientos o cualquier tipo de cultivo”.

El éxito de la misión PH04 o de otras similares a ella podría suponer un paso de gigante en la exploración espacial. Y, ¿quién sabe? Puede que solventar el problema alimenticio en el espacio ayude a solucionarlo en nuestro planeta. Como señala Monje, “todos tenemos que comer. En la Tierra o en el espacio, la comida es importante”.

Francisco Lirola